lunes, 21 de junio de 2021

¡Brujería! No es la vela, sino la intención que la enciende…

 (Cuando la miseria opaca la fe)


Ni la virtud ni la sabiduría,

sino la entrega contemplativa a la verdad acerca al hombre a los dioses.

Byung Chul Han

 

         Es común entre los iniciados, sacerdotes y seguidores del culto a Orisha - Ifá en Latinoamérica, y en el caso particular -con válido conocimiento de causa de quién escribe- en Venezuela, que se incurra en el auto flagelo deliberado de adoptar el epíteto de “brujos”1 o practicantes de la “brujería”2, siendo esto simbólicamente un concepto construido por una corriente religiosa distinta a la fe Yoruba, como lo es, el cristianismo. Este argumento fue acuñado en una época para criminalizar, perseguir y exterminar, a quienes fueran contrarios a los intereses políticos, económicos y en última instancia, al credo religioso de la iglesia católica.

    Non obstantibus. . .  Que ningún hombre, por lo tanto. Pero si alguno se atreviere a hacer tal cosa, Dios no lo quiera, hacedle saber que sobre él caerá la ira de Dios todopoderoso, y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo.3

       Para la llegada de los españoles al continente americano en 1492, ya Europa tenía harta experiencia en materia de persecución, juicio y aniquilamiento de miles de personas   -casi en su totalidad mujeres-(inc.a) acusadas de brujería por las infranqueables instancias que creara la iglesia católica para ese fin; tal es el caso de La Inquisición4 y sus derivados, conformado en un terrible repertorio de dolor y muerte, entre ellas las famosas hogueras y la tortura mental y física, mediante artefactos creados para “purificar” el cuerpo y salvar el alma de quienes fueron seducidos por el demonio. Para 1486, seis años antes del arribo de Colón y sus huestes de mercenarios al nuevo continente, fue publicado para la cruzada contra la brujería en Europa el famoso manual Malleus Maleficarum (El martillo de los brujos)5, que dotaba a la prédica católica de detalles irrefutables sobre poderes y prácticas de los brujos, su pacto con el Diablo, y por supuesto, el trato que debía otorgarse a quien se viera acusado o señalado de comportamiento sospechoso relacionado a la brujería. Cabe aclarar que todo este cúmulo de violencia a nombre de dios también vino embarcado en las tres calaveras que llegaron al nuevo mundo, y fue desatada en tierra firme contra los indios “sin alma”.

El Santo oficio6 en el 2021

     En el presente siglo de avasallantes avances tecnológicos y con una “súper autopista de la información” persiste la persecución y el juicio a lo distinto, bajo otros preceptos y con otros actores pero con el mismo fondo: la exterminación de lo plural y la imposición de una cultura y pensamiento único, proveniente de una clase mundial hegemónica y dominante. Esta poderosa casta dueña de la economía y los medios de producción en el mundo, mantiene con vida el antiguo miedo a la “brujería” como ocurriera en el medioevo para preservar el control y la estabilidad del sistema, en este caso particular, desde el campo de lo invisible o en términos propios de la religión: Fe.         

¡Insisto, Soy Yoruba!

     Ahora bien, esta reflexión no va dirigida al análisis histórico y mucho menos teológico de las razones que impulsaron  las practicas persecutorias del cristianismo; en tal caso, hacer mención a ello no es más que un pié forzado para refrendar lo que en realidad nos atañe como adeptos, afiliados, iniciados y sacerdotes adoradores de Orisha, y es: que no hay esfuerzo por cuestionar los más elementales conceptos. Vamos por la vida “sincretizando” ideas difusas y hasta profundamente contradictorias de las cosmovisión Yoruba; por ser diáspora, porque podemos, y porque conviene hasta cierto punto a cúpulas instauradas en la Santería que no exista reflexión o, que la misma solo sea de exclusividad para algunos “sabios” de antigua data y prolifero prestigio, que abonan un terreno baldío que permite que cuando se habla de magia o fe, todo cabe y es posible, hasta los más absurdos argumentos. Esto ineludiblemente decanta en la tergiversación  de un camino espiritual transcurrido y vivido en los preceptos más altos y loables del culto a Orisha e Ifá.       

     Estoy profundamente convencido que denominarnos brujos abiertamente, hasta con tonto orgullo, es un favor innecesario que se hace al sistema que cuestiona y persigue nuestra práctica. Es adoptar y perpetuar innecesariamente el discurso del contrario; es dar valor y justificación a cada ataque a nuestra fe.

Lo importante es tu conciencia…

     Esta reflexión nos lleva a un análisis acucioso de este mal entendido concepto del ser Yoruba o Santero en la actualidad. Y es que entonces nos permitimos ser una construcción amorfa de un sinfín de cosas que han amalgamado una práctica u oficio, en que casi mecánicamente el “camino espiritual” discurre en coronar santo o consagrarse en Ifá, recibir poderes, aprender la liturgia propia de cada consagración, rezos, signos y ebboses, y consagrar a otros en el oficio para continuar el ciclo, que algunos entienden como supervivencia de la religión. Pero cabe preguntarnos:

¿Cómo se puede preservar como genuino, aquello que ha perdido conexión con su esencia?

¿Dónde se manifiesta el desapego frente a lo material tangible, para conectarse desde el ser interior con el gran espíritu de Oloddumare? 

¿En qué momento se plantea el sacrificio pleno, rotundo e irrevocable del YO macerado en la egolatría, la vanidad y la superficialidad, para tener una nueva relación con el mundo que nos rodea?  

        Estas preguntas tienen asidero ante el pragmatismo del dos más dos que por ley matemática resulta cuatro. Es decir, que se entiende que por añadidura, que el ser consagrado ante Orisha como sacerdotes y sacerdotisas para su adoración, asistir a muchos santos, propiciarlos, y tener ahijados ya nos hace gente de fe o espirituales. Donde el sacrificio ante cualquier dificultad por agentes foráneos al entorno o propiciadas por acciones propias, pueden ser subsanadas o resueltas con el sacrificio que se pueda pagar. ¿Cuándo sacrificamos lo que somos en esencia? Cuándo encaramos aquel compendio de aspectos negativos que evadimos o percibimos como naturales en nuestra vida-mundo pero que hacen daño, y que consiguen aliciente en la constante razón de estar bajo influjos de hechizos y artilugios de enemigos o gente que envidia. Creo que muy pocos awoses y olorishas honestamente en la intimidad se plantan ante la divinidad de Orisha para pedir la claridad espiritual suficiente para vencer el lado oscuro de su corazón y sus miserias personales.

        Si atendemos el concepto clásico que caracteriza a la brujería y al brujo, como agentes de una calidad espiritual deplorable, desprovista de la luz que proporciona la fe en dios, y vemos que se practica una religión sin el compromiso de realizar un viaje interior en el que el ebbó diario es vencer la oscuridad que coexiste en nuestro ser, cabe con total razón que sea adoptado con ligereza el ser percibidos como brujos y que adorar a Orisha es brujería. Este pensamiento secular y pormenorizado solo es posible en quien admite que en lo profundo de su corazón pagó para consagrarse por tener “poderes” sobrenaturales y dar rienda suelta a su voluntad mezquina a través de artilugios, ritos y encantamientos. Es desolador saber que en este presente de riesgo que atraviesa la especie humana y la vida toda en el planeta, exista gente capaz de encender una vela para desear mal a otros, y no para salvar la humanidad; que se disponga a “utilizar” la energía natural del mundo espiritual para satisfacer la miseria personal, no solo desacredita la fe Yoruba, sino que presenta un panorama desesperanzado, cuando del otro lo que queda como un camino a dios es el credo de quién históricamente ha oprimido al mundo.  

        Ojalá que quién llegue al final de este texto contradiga cada palabra en él. No por un impulso contestatario cargado de comentarios y discursos, que no trascenderían más allá de un encarnizado debate de puntos encontrados, sino que sienta en la fibra que hay que buscar la luz de Oloddumare y bogbo Orisha, más allá de una vela, y con un profundo deseo de ser realmente agentes de la agitación espiritual y de transformación, en medio de un mundo lacerado y roto por la ceguera del ser humano material. 

Ashe to Iban Eshu

Centauro Saher, Awó ni orumila Iwori Ogundá.

 


Fuentes consultadas:

Real Academia Española.

1.       Brujo / bruja:  

a.-  adj. Embrujador. Que embruja.

b.-  m. y f. persona a la que se le atribuyen poderes mágicos obtenidos por el diablo.

c.- m. Hechicero supuestamente dotado de poderes mágicos en determinadas culturas.

d.- f. En los cuentos infantiles o relatos folclóricos, mujer fea y malvada, que tiene poderes mágicos y que, generalmente, puede volar montada en una escoba.

e.-  f. mujer que parece presentir lo que va  a suceder.

f.- coloq. Mujer de aspecto repulsivo.

g.-  f. Mujer malvada.


2.       Brujería:

De bruja.

a.- f. Conjunto de prácticas mágicas o supersticiosas que ejercen los brujos y las brujas.

Diccionario de Idiomas de Oxford.

Brujería:  

Nombre femenino.

 

a.       Conjunto de conocimientos, prácticas y técnicas que se emplean para dominar de forma mágica el curso de los acontecimientos o la voluntad de las personas. “prácticas de brujerías”

b.       Acción realizada por medio de poderes sobrenaturales.

“le temía porque hacía brujerías”   

3.     Bula de Inocencio VIII: Inocencio, Obispo, Siervo de los siervos de Dios, para eterna memoria. Malleus Maleficarum (El martillo de los brujos) 1486. (Inocencio VIII, Giovanni Battista Cibo, 213° papa de la iglesia católica cuyo pontificado se ejecutó entre 1484-1492)

Inciso

a.- Cualquier persona, fuese cual fuere su rango o profesión, puede ser torturada ante una acusación de esa clase, y quien sea hallado culpable, aunque confiese su delito, será puesto en el potro, y sufrirá todos los otros tormentos dispuestos por la ley, a fin de que sea castigado en forma proporcional a sus ofensas". Nota: en edades doradas estos criminales sufrían doble castigo, y a menudo eran arrojados a las fieras para que éstas los devorasen. Hoy se los quema en la hoguera, y tal vez ello se deba a que la mayoría son mujeres. Malleus Maleficarum (El martillo de los brujos) 1486.

Diccionario Enciclopédico El Pequeño Larousse Ilustrado 2010

4.       Inquisición, tribunal especial que recibió del papado la misión de luchar contra la herejía mediante el procedimiento de la inquisitio. El Papa Inocencio III introdujo el procedimiento inquisitorial en 1199. Los tribunales, que actuaron sobre todo en España, sur de Francia, Italia y Alemania, estaban formados principalmente por dominicos. Utilizaban la tortura en los interrogatorios y leía sus sentencias (confiscación de bienes, prisión, muerte en la hoguera) en un acto público (auto de fe).

 5.    Malleus Maleficarum (El martillo de los brujos) 1486. HEINRICH KRAMER - JACOBUS SPRENGER. Ejemplar de Ediciones, buenos aires 1975.

Prólogo.

 

El más famoso de todas los libros sobre brujería, Malleus Maleficarum (El martillo de los brujos) fue escrito en 1486 por dos monjes dominicos. En el acto, y a lo largo de los tres siglos siguientes, se convirtió en el manual indispensable y la autoridad final para la. Inquisición, para todos 'los jueces, magistrados y sacerdotes, católicos y protestantes, 'en la lucha contra la brujería en Europa. Abarcaba los poderes y prácticas de los brujos, sus relaciones con el demonio, su descubrimiento. La Inquisición, la hoguera, la tortura, mental y física, de la cruzada contra 'la brujería: todo esto es conocido. Y detrás de cada uno de los actos sanguinarios se encontraba este libro, a la vez justificación y manual de 'instrucción. Para cualquier comprensión de la historia y naturaleza de la brujería y el satanismo, Malleus Maleficarum es la fuente importante. La primera fuente.

 

6.   6.   Santo Oficio, tribunal religiosos creado a instancias de los Reyes Católicos para investigar y castigar públicamente, incluso con pena de muerte, los delitos contra la fe (con competencia en los casos de herejía, limpieza de la sangre, brujería, bigamia, blasfemia, posesión de libros prohibidos, etc.).     

        

martes, 30 de marzo de 2021

Del sacrificio necesario a las malas costumbres




 

La religión yoruba en Venezuela y Latino América es conocida comúnmente como Santería. Es famosa por sus coloridos collares, la blanca indumentaria que portan sus fieles, los tambores que llaman a los orishas, y los festivos rituales que dentro de los miles de implementos naturales que usa para el desarrollo místico de la liturgia, incluye también, algunos animales de granja que son inmolados en ofrenda a los Orishas, bajo los antiguos preceptos del corpus religioso de Ifá. Esto último ha sido un infalible argumento para cristianos y sus variantes retrogradas y neo/oscurantistas, que lo utilizan para discriminar e incriminar a los practicantes de la regla de Osha e Ifá de cara al colectivo social, haciendo eco en el viejo discurso del miedo a lo distinto y el odio ciego proporcionado por la ignorancia.

 

Vemos como llaman satánico o brujería a todo lo que no comprenden, apegados obtusamente al fundamentalismo religioso que irrespeta y acorrala a quien no comparta su credo. Pululan en las calles improvisados y furibundos predicadores fustigando a diestra y siniestra la vida de los mortales. Algunos más osados tienen como escenario para su prédica las horas más estresantes del día en los repletos y acalorados vagones del Metro de Caracas, donde enérgicamente dan alaridos a la par de los vendedores ambulantes; se presentan ungidos de una verdad que solo se las otorga la biblia en sus manos. Estos operadores disfuncionales del cristianismo vapulean, reprenden y condenan a todo pobre infortunado o infortunada que porte un atributo que represente a orisha, bien sea el ildé de Orunmila, el pulso de plata, una quilla, y hasta ¡un collar de peonías! da la señal esperada al facineroso predicador de la intolerancia para despotricar a todo pulmón, metiendo en un solo saco de pecado, fuego infernal y muerte, a todo aquel que no les diga amén y se arrepienta.

 

En Venezuela actualmente se ha hecho popular la religión yoruba -o es más vistosa, por así decirlo-. Es muy común ver y reconocer a sus adeptos en las calles, y con ellos, la simbología de la religión. Es así, como confluyen católicos y espiritistas junto a los santeros y los creyentes fraternos, esos que no se animan a adoptar la fe, pero creen, se consultan y confían en el ashé de los sacerdotes y en orisha; no falta quién en medio de una conversación que roce con el tema, no dude en contar su encuentro cercano con un santero que le dijo al solo verle: que era hijo de Shangó y tenía un muerto arrecostado. También están los infaltables escépticos que no creen nada, pero respetan por si acaso, “porque de que vuelan, vuelan”.

 

Haciendo énfasis en el caso del sacrificio animal con fines religiosos, para muchos es un oprobio alarmante y arteramente cuestionable. Inaceptable en el seno de una sociedad puritana sostenida en una base bi/moral, catequizada hasta el tuétano por el cristianismo y su cúpula clasista y aporofóbica, esa, que satura a su feligresía de propaganda de miedo, infiernos, pecados y demonios; la misma que discrimina y atropella, por ser la violencia la practica más confiable para su expansión desde que fue instaurada como religión del imperio romano y su imposición por la fuerza al mundo. Para nosotros en lo que hoy día es el continente americano, conocimos el amor cristiano hace 529 años en el holocausto indígena más grande en este lado del mundo, perpetrado en nombre de Dios y la corona española.

 

Dice aquel viejo refrán: el muchacho que es llorón y la madre que lo pellizca.    Adagio que ayuda a recrear aquellas situaciones en las que no basta con que las cosas estén difíciles, como para que venga alguien y pueda empeorarlas más. Aunque nada tiene que ver los pellizcos a los niños con la religión yoruba, el refrán viene como anillo al dedo para dar un ejemplo de la realidad venezolana y los desvíos normalizados por algunos practicantes de la santería.

 

En el caso específico de la inmolación animal en las prácticas religiosas, esta tiene un soporte en el corpus litúrgico de Ifá que atañe -no solo- a la diáspora afrocubana sino para todos los yorubas en África y el mundo. La inmolación como hecho místico de la cultura y cosmovisión yoruba, es implementada solo cuando es requerida por la importancia del caso o de la ceremonia; es consultada a los orishas a través de los oráculos de adivinación de Osha/Ifá y es realizada rigurosamente por experimentados sacerdotes, quienes deben conocer, no solo la razón del tal o cual animal, sino también, el trato que debe dársele por su jerarquía dentro de atributos a los orishas, donde no cabe el maltrato animal, ni mucho menos una inmolación irrespetuosa, ya que toda ceremonia que implica sacrifico de vida animal es vista y supervisada por las deidades que se invocan para que den su ashé al sacerdote oficiante. Estos animales son los tipificados como animales de granja y son destinados para el consumo humano, por ende, los animales luego de ser ofrendados en su mayoría son consumidos por el colectivo religioso.

 

Estás faenas de sacrificio tienen un inicio, un desarrollo y obviamente un final dónde debe descartarse todo los implementado incluyendo el cuerpo del animal. Justamente ahí         - además del hecho mismo de la inmolación-, es donde se ha generado la mayor controversia entre los religiosos yorubas y la sociedad, es el flanco débil para explicar a los no creyentes que no matamos por matar a un animal, y mucho menos, que somos agentes de insalubridad y contaminación. El destino último del sacrifico jamás puede ni debe ser la vía pública, espacios comunes o de tránsito. y para entenderlo hay muchos tratados enciclopédicos confeccionados por nuestros mayores sustentados en Odù, que recrean e indican precisamente las ceremonias necesarias y obligatorias de despedida del cuerpo de los animales usados en ceremonias.      

 

¿De dónde viene el que se dejen animales muertos en las calles, a la vista de todos?

 

No hay más respuesta que la irresponsabilidad de algunos “practicantes”, que desconocen que el ebbó termina cuando se da camino y se despide apropiadamente al cuerpo de los animales sacrificados, y todo aquello que haya sido usado en la obra que deba ser desechado. La responsabilidad y la culpa de que termine donde no debe, NO es del aleyo, o del no iniciado que fue a hacerse una obra que requiriera sacrificio y lo mandan a botar cosas a la calle.

 

 Entonces es cuando se revela y queda en evidencia el desconocimiento o la flojera del sacerdote o sacerdotisa, que dejan las cosas a medio hacer, y solo se remiten a preguntar si el cuerpo del animal va para la manigua o la basura, y dejan en manos de neófitos la responsabilidad de finalizar el ebbó. Si el Odù que establece el sacrifico dice que hay que llevar el animal a una esquina: se lleva, se presenta, se da cuenta a orisha y luego se le da la apropiada despedida, no se tira ahí simplemente. así como nadie deja podrir las frutas y las comidas de los orishas en sus casas.

 

Es poner en práctica también, el sentido común, y dejar de ser tontos útiles que dan argumento a quien le ataca para ser difamados, por no saber que hacer después de una ceremonia con el cuerpo de un animal sacrificado.

 

Este texto, queridos hermanas y hermanos, más que una reflexión es un llamado crítico al colectivo religioso, para que hagamos la diferencia. El no saber cómo hacer una cosa, no significa que no exista un método para hacerlo bien y cada vez mejor. Para cualquier duda están los mayores, Awoses y Olorishas con años de experiencias; consulte, indague y no tropiece con los mismos errores “porque todo el mundo lo hace”, siga insistiendo hasta conseguir conocimiento.

 

Ashé to iban eshu

 

Centauro Saher / Awó ni Orunmila Iworí Ogundá

 

@asheifaoro @puebloyoruba    

 

 

Para conocer la procedencia del sacrificio animal consultar los Odù Ifá:

 

Irete meyi / Irete kutan/ ogbe ate / ogbe fun

 

Para conocer del sacrificio en la biblia:

 

Lucas: 2: 22-24 / Levítico 1:5 / Números: 7:11-17 / Levítico 12       

Madres del mundo

    




Si las mujeres bajaran los brazos, el cielo se caería.

Proverbio africano


Este artículo está dedicado plenamente a la mujer y su posición innegable en el mundo; más allá de un hecho coyuntural conmemorativo, su presencia inconmensurable e imprescindible es el bastimento de las simientes de la humanidad. Particularmente en este texto, hago un aparte y profundo énfasis al ineludible lugar que ocupa la mujer en la religión Yorùbá, base fundamental de nuestra cosmovisión y referente pleno e inmediato de vida.

El legado religioso de nuestras mayores, así como su poderosa fe, forman parte de la herencia que ha trascendido toda dificultad, dando cuenta de un profundo sentido de sacrificio otorgado por la gallardía femenina para que llegara hasta nosotros la sabiduría ancestral que atesora el áfrica, madre de la humanidad. Este aluvión de conocimiento encontró en la mujer indígena americana la misma esencia de ser portadoras del saber antiguo de la naturaleza, para resguardar el equilibrio natural de nuestro mundo con el universo, enseñándonos desde el vientre el amor que nos hiciera uno con la tierra. 

Prominentes mujeres escribieron su nombre en la historia de la diáspora Yorùbá que fundó la regla de Osha e Ifá en Cuba, y luego en Latino América. Un ahijado, una casa, un pueblo y la energía de orisha empezó a florecer en estas tierras, en la vida de hombres y mujeres que encontraron en Orisha la esperanza de una vida larga y apacible, al servicio de nuestras deidades y la humanidad. Debemos profundo agradecimiento, respeto y reconocimiento a las mujeres que en medio de la adversidad y la doble explotación -por mujer y esclava- fundaron ramas para unificar familias, costumbres, tradiciones de origen común y establecer lineamientos consolidados en los rituales de adoración y veneración de Orisha. Muchos nombres engrosan la larga lista, como también muchas gigantes anónimas sumaron su aporte a nuestro acervo cultural y de conocimiento, siendo algunas de ellas: Rosalía Gramosa Efunshe, Ma´  Monserrate González Obatero, Timotea Albear Latuan, Fermina Gómez Osha Bi, Aurora Lamar Obatolá, Susana Cantero Omi Toké. Muchos nombres que son nuestro linaje religioso, nuestra raíz fundacional, y en el caso especial de Venezuela tenemos a Juana María “La Niña” Montes de Oca Osha Inle a quien debemos agradecimiento pleno.

Y es que la presencia de la mujer y lo femenino en nuestra cosmovisión y fe es prominente, indiscutible e insustituible; lamentablemente ha existido a lo largo del tiempo una suerte de empeño en cercenar la verdadera relevancia de la mujer y lo femenino en nuestra practica de Osha/Ifá afrocubana, donde individualidades -desde alguna jerarquía- han ido restando a la historia de nuestra diáspora el legado prominente de la mujer en la fundación de la regla y la proliferación de la adoración de Orisha en este continente, reduciendo a la mujer al trabajo doméstico y de servicio a los hombres de la religión. 

Es así como en la actualidad podemos toparnos con comentarios peligrosamente misóginos y machistas que no solo develan la pobreza en conocimiento y espíritu del hombre religioso que las emite, sino que además, estas tienen eco en grupos sociales que emiten críticas perniciosas hacia nuestra religión, como también desde otras corrientes de la fe Yorùbá, donde se nos acusa de subordinar a la mujer a los preceptos y designios establecidos por desvíos interpretativos de Odù. Es una necesidad de justicia con la historia sostener ese debate, y que se recupere no de hechos, sino en derechos, la figura de la mujer en nuestra regla.

Para recrear un poco lo que digo, y para establecer un punto de reflexión, evoco para este texto el Odú Ika She o Ika Fa, dónde nació la sagrada palabra de Orumila, a través de Ela, hijo primogénito de Olofin y Aiye, de quién descendieron ocho hijas nombradas por Ela como: Oyekun, Odi, Ojuani, Okana, Osa, Otrupon, Irete y Oragun.   También nombró ocho hijos como: Ejiogbe, Iwori, Iroso, Obara, Ogunda, Ika, Otura y Oshe. Estos hijos e hijas espirituales de Ela quedaron como herencia a su padre Olofin, luego de que Ela se transfigurara en la Palma Sagrada de donde nacen los ikines que revelas los secretos del padre creador Oloddumare a través de Ifá.     

Según este pataki del Odú Ika Fa, replicado exactamente en muchos tratados, nos revela que los meyis no son masculinos en su totalidad, que hay un equilibrio equitativo de ocho masculinos y ocho femeninos entre ellos, es decir, que no estableció un número mayoritario  entre masculinos y menor entre femeninos, donde se podría explicar, que estos se replicaran entre sus hijos los omoluos por la gracia del desequilibrio; todo lo contrario, tomando como referente fehaciente este pataki, el equilibrio entre lo femenino y lo masculino ante Oloddumare y para Ifá es equitativo.   

Es posible entonces preguntarnos ¿En qué momento los tratados empezaron a llamar Babá a todos los meyis, que en todas sus historias son nombrados masculinos, tanto en sus obras en el cielo como en la tierra? ¿Dónde quedó la dualidad que conforma a los meyis en femenino y masculino? Así como ¿En qué momento todo lo relevante y preponderante de nuestra regla se hizo exclusivamente masculino? ¿En qué momento las mujeres dejaron de hacer y de ser la historia como las mayores mencionadas en párrafos anteriores? 

Es necesaria la reflexión colectiva en torno a estás y muchas otras interrogantes para seguir creciendo y poder avanzar cada vez mejor y con transparencia en nuestra fe.

Para finalizar este texto dedicado a las madres de nuestra religión, les comparto un pataki del Odù Oshe Sa para dejar a la reflexión del lector la capacidad de sacrificio de la mujer en nuestra cosmovisión; para todas las madres del mundo, un profundo agradecimiento. 


- ¿Onishé Orisha? 

- Onishé Addimú…

Es el modo común de saber consultar a los oráculos de adivinación de Osha e Ifá, que un orisha regente o manifiesto en la consulta nos hace saber si requiere de algún sacrificio de nuestra parte para alcanzar el iré, el buen augurio y la tranquilidad espiritual que siempre solicitamos de manos de orisha. Esta, es una sus explicaciones…


Addi e Imu, los hijos de Yemayá  


En este camino Olofin estaba muy bravo por las cosas que sucedían en la tierra y les retiro su amparo y protección a los seres humanos.  

Las cosas empezaron a marchar mal en la tierra y todos los santos trataron de lograr la benevolencia de Olofin para con los hombres, pero todos los sacrificios y ofrendas que le hacían, ninguno tenía la virtud de conmover a Olofin.  

Yemayá tenía dos hijos: Addi e Imu -los senos de Yemayá- que eran muy queridos por ella y representaban toda su realización en la vida, pero preocupada por el destino de la humanidad, por su sentimiento e instinto natural de madre del mundo, ofreció a Olofin la cabeza de sus hijos a cambio de que él otorgara el indulto a los hombres de la tierra.  

Así Yemayá, ofrendó a sus hijos Addi e Imu, para salvar a la humanidad y que volviera a tener la benevolencia y bendición de Olofin.  

Olofin conmovido por tan hondo gesto maternal, perdonó a los hombres de la tierra y dijo: Addi e Imu, es la más grande ofrenda, la más bella, la más desinteresada que he recibido, Addimu será entonces lo más grande que se pueda ofrendar a mí y a los demás Orishas.  

Es por eso que Yemayá es la reina del mundo y diosa de la humanidad universal.  

Addimu: es tan amplio que todo sacrificio u ofrenda puede considerarse como tal, recibir un osha, dar un tambor, un animal, etc.  

Ashé to iban eshu.

¡Modupé Iya!  Apetevi Iború, Apetebi Iboyá, Apetebi Iboshshé. 

Centauro Saher Awó ni Orumila Iwori Ogunda

@asheifaoro / @puebloyoruba




sábado, 6 de febrero de 2021

La trampa del ego, y otras publicidades negativas

 


 

Aquí no es bueno el que ayuda, 

sino el que no jode.

Adagio popular.

 

 

La vida “moderna” ha traído un avasallante torrente de innovaciones, facilidades y mejoras para las sociedades humanas que se encuentran en permanente evolución. Son innegables los avances que ha alcanzado la humanidad en los últimos dos siglos, dando un salto cuantitativo y cualitativo del indetenible reinado del ser humano sobre el planeta y toda la vida que lo habita.

 Para bien o para mal, hemos construido y alcanzado lo que antes era el crédito de ser solo una idea del imaginario de Leonardo Da Vinci o Julio Verne; hemos trascendido las fronteras de las dificultades en la búsqueda permanente de respuestas, y en éstas, mantener nuestra existencia de la mejor manera posible. Por supuesto, también debemos encarar el lado oscuro de esa maravilla que ha sido el “saber” en el ser humano, sus desvíos o extravíos, y de cómo envilecimos las más loables creaciones para ir en detrimento de la vida: cuanto más avanza en conocimiento la humanidad, más desprecio siente por la sabiduría.

 El pensamiento retrógrado de la mezquindad y la vorágine consumista nos ha hecho llevar al planeta -con todos dentro- al filo del precipicio y podemos decir a esta altura, que quien inventó la flecha quedaría pasmado de saber todo lo que ha hecho la invención de la bala. Este declive ya era vaticinado por los grupos sociales tribales: los menos “desarrollados” según la lógica del mundo expansivo del hombre moderno. Desde que existen las invasiones imperialistas en el mundo, y su atropellada necesidad de crecimiento y supervivencia, los sabios originarios, la ciencia que cultivaron y el respeto por el planeta fueron desplazados a minorías o fueron casi extintos. La humanidad corrió el riesgo de perder gran parte de esa sabiduría de vida en armonía con el planeta y el universo, basada en el agradecimiento de vivir con la misma gracia que el resto de las criaturas. El mayor secreto que tuvieron, y tienen, los pocos sabios que superviven, es el amor y el celoso respeto por el mundo que los rodea.

 

¿A dónde voy con todo esto?

 En la era de las redes sociales el ego es seducido como nunca antes lo había visto la historia humana, azuzado con un exacerbado culto a la vanidad en el mundo virtual que nos acorrala. El producto de esta combinación son seres humanos superfluos y arrogantes, que tienen en la súper autopista de la información (¿?) la tribuna propicia para ver y dejarse ver hasta lo indecible. Hoy en día es un requisito indispensable para encajar “socialmente” el tener un teléfono inteligente y diversas cuentas en aplicaciones que, como en vitrinas, se expone hasta el más mínimo detalle de la vida personal que hasta ayer se preciaban de orden  personal y privado.

 La vida religiosa no escapa de este fenómeno, y un sin fin de practicantes y simpatizantes de muchas religiones del mundo usan estos medios para dar a conocer su adhesión religiosa. Los sacerdotes y sacerdotisas, iniciados y afiliados fraternos de la religión Yòrubá no nos distanciamos de este hecho, aún y cuando contamos con un conjunto de preceptos y dogmas que establecen tabúes sobre la divulgación de los atributos, liturgia y atenciones a Orisha.

 No habiendo nada que ocultar, pero existiendo un profundo respeto que guardar por la energía y la espiritualidad Orisha  y la herencia cultural y espiritual que ha transcendido de la mano de nuestros ancestros, sospecho que toda esta exposición de obras, fundamentos y acciones propias de la liturgia de Osha – Ifá no hace más que entorpecer la comprensión de esta religión que tiene un génesis tribal e indigenista, muy lejos de la vanidad del hombre moderno y el entramado desarrollista de la vida urbana.

 Vemos como se hacen públicas grotescas fotos posteriores a inmolaciones, videos donde se efectúan obras o donde supuestos sacerdotes hacen adivinación mientras guiñen un ojo a la cámara. Muchos desde la ingenuidad creen que esa muestra pública les permitirá ganar adeptos, y que incrementando su popularidad como sacerdote o sacerdotisa desde Instagram o Facebook tendrán fama y prestigio y por ello, se harán de un gran pueblo. Otros, un poco más deplorables, creen que vendiéndose como brujos auténticos en todo espacio, lograrán ganar el temor de la gente, para así evitar ser objeto de ataques enemigos, malas energías o influencias negativas.

 ¿Dónde queda lo sagrado del acto personal de relación con Orisha?

 ¿Dónde queda el respeto por los fundamentos, atributos y receptáculos de nuestras deidades?

 Son preguntas dirigidas al colectivo religioso, donde cada cual en privado dará la respuesta que le permita su corazón.

 Al permitir esta sobre exposición de los fundamentos religiosos, damos pié al uso indebido y malintencionado de los símbolos de Orisha por perpetradores de estafas y falsificadores de nuestros atributos. Cualquiera puede posar en una foto con un Eshu, pero no cualquiera entiende el apostolado que significa estar consagrado para pactar y convivir con esta poderosa deidad.

 Esta reflexión no pretende coartar el derecho de hacer a ninguna persona; mucho menos postular la creación de una policía religiosa que persiga y denuncie infractores. Estas cuartillas solo son una invitación a pensar por un momento que no seremos menos o más religiosos si dejamos de postear en las redes sociales y medios de exposición masiva los fundamentos y receptáculos que consideramos nuestro sustento espiritual. Mostremos al mundo ciego la filosofía de Orisha, el saber que encierra nuestro credo expresado en Odú, cantos, bailes, y la alegría del colorido y luminoso mundo que Oloddumadre dispone para sus hijas e hijos.

 

Centauro Saher / Awó Ni Orumila Iwori Ogundá