lunes, 21 de junio de 2021

¡Brujería! No es la vela, sino la intención que la enciende…

 (Cuando la miseria opaca la fe)


Ni la virtud ni la sabiduría,

sino la entrega contemplativa a la verdad acerca al hombre a los dioses.

Byung Chul Han

 

         Es común entre los iniciados, sacerdotes y seguidores del culto a Orisha - Ifá en Latinoamérica, y en el caso particular -con válido conocimiento de causa de quién escribe- en Venezuela, que se incurra en el auto flagelo deliberado de adoptar el epíteto de “brujos”1 o practicantes de la “brujería”2, siendo esto simbólicamente un concepto construido por una corriente religiosa distinta a la fe Yoruba, como lo es, el cristianismo. Este argumento fue acuñado en una época para criminalizar, perseguir y exterminar, a quienes fueran contrarios a los intereses políticos, económicos y en última instancia, al credo religioso de la iglesia católica.

    Non obstantibus. . .  Que ningún hombre, por lo tanto. Pero si alguno se atreviere a hacer tal cosa, Dios no lo quiera, hacedle saber que sobre él caerá la ira de Dios todopoderoso, y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo.3

       Para la llegada de los españoles al continente americano en 1492, ya Europa tenía harta experiencia en materia de persecución, juicio y aniquilamiento de miles de personas   -casi en su totalidad mujeres-(inc.a) acusadas de brujería por las infranqueables instancias que creara la iglesia católica para ese fin; tal es el caso de La Inquisición4 y sus derivados, conformado en un terrible repertorio de dolor y muerte, entre ellas las famosas hogueras y la tortura mental y física, mediante artefactos creados para “purificar” el cuerpo y salvar el alma de quienes fueron seducidos por el demonio. Para 1486, seis años antes del arribo de Colón y sus huestes de mercenarios al nuevo continente, fue publicado para la cruzada contra la brujería en Europa el famoso manual Malleus Maleficarum (El martillo de los brujos)5, que dotaba a la prédica católica de detalles irrefutables sobre poderes y prácticas de los brujos, su pacto con el Diablo, y por supuesto, el trato que debía otorgarse a quien se viera acusado o señalado de comportamiento sospechoso relacionado a la brujería. Cabe aclarar que todo este cúmulo de violencia a nombre de dios también vino embarcado en las tres calaveras que llegaron al nuevo mundo, y fue desatada en tierra firme contra los indios “sin alma”.

El Santo oficio6 en el 2021

     En el presente siglo de avasallantes avances tecnológicos y con una “súper autopista de la información” persiste la persecución y el juicio a lo distinto, bajo otros preceptos y con otros actores pero con el mismo fondo: la exterminación de lo plural y la imposición de una cultura y pensamiento único, proveniente de una clase mundial hegemónica y dominante. Esta poderosa casta dueña de la economía y los medios de producción en el mundo, mantiene con vida el antiguo miedo a la “brujería” como ocurriera en el medioevo para preservar el control y la estabilidad del sistema, en este caso particular, desde el campo de lo invisible o en términos propios de la religión: Fe.         

¡Insisto, Soy Yoruba!

     Ahora bien, esta reflexión no va dirigida al análisis histórico y mucho menos teológico de las razones que impulsaron  las practicas persecutorias del cristianismo; en tal caso, hacer mención a ello no es más que un pié forzado para refrendar lo que en realidad nos atañe como adeptos, afiliados, iniciados y sacerdotes adoradores de Orisha, y es: que no hay esfuerzo por cuestionar los más elementales conceptos. Vamos por la vida “sincretizando” ideas difusas y hasta profundamente contradictorias de las cosmovisión Yoruba; por ser diáspora, porque podemos, y porque conviene hasta cierto punto a cúpulas instauradas en la Santería que no exista reflexión o, que la misma solo sea de exclusividad para algunos “sabios” de antigua data y prolifero prestigio, que abonan un terreno baldío que permite que cuando se habla de magia o fe, todo cabe y es posible, hasta los más absurdos argumentos. Esto ineludiblemente decanta en la tergiversación  de un camino espiritual transcurrido y vivido en los preceptos más altos y loables del culto a Orisha e Ifá.       

     Estoy profundamente convencido que denominarnos brujos abiertamente, hasta con tonto orgullo, es un favor innecesario que se hace al sistema que cuestiona y persigue nuestra práctica. Es adoptar y perpetuar innecesariamente el discurso del contrario; es dar valor y justificación a cada ataque a nuestra fe.

Lo importante es tu conciencia…

     Esta reflexión nos lleva a un análisis acucioso de este mal entendido concepto del ser Yoruba o Santero en la actualidad. Y es que entonces nos permitimos ser una construcción amorfa de un sinfín de cosas que han amalgamado una práctica u oficio, en que casi mecánicamente el “camino espiritual” discurre en coronar santo o consagrarse en Ifá, recibir poderes, aprender la liturgia propia de cada consagración, rezos, signos y ebboses, y consagrar a otros en el oficio para continuar el ciclo, que algunos entienden como supervivencia de la religión. Pero cabe preguntarnos:

¿Cómo se puede preservar como genuino, aquello que ha perdido conexión con su esencia?

¿Dónde se manifiesta el desapego frente a lo material tangible, para conectarse desde el ser interior con el gran espíritu de Oloddumare? 

¿En qué momento se plantea el sacrificio pleno, rotundo e irrevocable del YO macerado en la egolatría, la vanidad y la superficialidad, para tener una nueva relación con el mundo que nos rodea?  

        Estas preguntas tienen asidero ante el pragmatismo del dos más dos que por ley matemática resulta cuatro. Es decir, que se entiende que por añadidura, que el ser consagrado ante Orisha como sacerdotes y sacerdotisas para su adoración, asistir a muchos santos, propiciarlos, y tener ahijados ya nos hace gente de fe o espirituales. Donde el sacrificio ante cualquier dificultad por agentes foráneos al entorno o propiciadas por acciones propias, pueden ser subsanadas o resueltas con el sacrificio que se pueda pagar. ¿Cuándo sacrificamos lo que somos en esencia? Cuándo encaramos aquel compendio de aspectos negativos que evadimos o percibimos como naturales en nuestra vida-mundo pero que hacen daño, y que consiguen aliciente en la constante razón de estar bajo influjos de hechizos y artilugios de enemigos o gente que envidia. Creo que muy pocos awoses y olorishas honestamente en la intimidad se plantan ante la divinidad de Orisha para pedir la claridad espiritual suficiente para vencer el lado oscuro de su corazón y sus miserias personales.

        Si atendemos el concepto clásico que caracteriza a la brujería y al brujo, como agentes de una calidad espiritual deplorable, desprovista de la luz que proporciona la fe en dios, y vemos que se practica una religión sin el compromiso de realizar un viaje interior en el que el ebbó diario es vencer la oscuridad que coexiste en nuestro ser, cabe con total razón que sea adoptado con ligereza el ser percibidos como brujos y que adorar a Orisha es brujería. Este pensamiento secular y pormenorizado solo es posible en quien admite que en lo profundo de su corazón pagó para consagrarse por tener “poderes” sobrenaturales y dar rienda suelta a su voluntad mezquina a través de artilugios, ritos y encantamientos. Es desolador saber que en este presente de riesgo que atraviesa la especie humana y la vida toda en el planeta, exista gente capaz de encender una vela para desear mal a otros, y no para salvar la humanidad; que se disponga a “utilizar” la energía natural del mundo espiritual para satisfacer la miseria personal, no solo desacredita la fe Yoruba, sino que presenta un panorama desesperanzado, cuando del otro lo que queda como un camino a dios es el credo de quién históricamente ha oprimido al mundo.  

        Ojalá que quién llegue al final de este texto contradiga cada palabra en él. No por un impulso contestatario cargado de comentarios y discursos, que no trascenderían más allá de un encarnizado debate de puntos encontrados, sino que sienta en la fibra que hay que buscar la luz de Oloddumare y bogbo Orisha, más allá de una vela, y con un profundo deseo de ser realmente agentes de la agitación espiritual y de transformación, en medio de un mundo lacerado y roto por la ceguera del ser humano material. 

Ashe to Iban Eshu

Centauro Saher, Awó ni orumila Iwori Ogundá.

 


Fuentes consultadas:

Real Academia Española.

1.       Brujo / bruja:  

a.-  adj. Embrujador. Que embruja.

b.-  m. y f. persona a la que se le atribuyen poderes mágicos obtenidos por el diablo.

c.- m. Hechicero supuestamente dotado de poderes mágicos en determinadas culturas.

d.- f. En los cuentos infantiles o relatos folclóricos, mujer fea y malvada, que tiene poderes mágicos y que, generalmente, puede volar montada en una escoba.

e.-  f. mujer que parece presentir lo que va  a suceder.

f.- coloq. Mujer de aspecto repulsivo.

g.-  f. Mujer malvada.


2.       Brujería:

De bruja.

a.- f. Conjunto de prácticas mágicas o supersticiosas que ejercen los brujos y las brujas.

Diccionario de Idiomas de Oxford.

Brujería:  

Nombre femenino.

 

a.       Conjunto de conocimientos, prácticas y técnicas que se emplean para dominar de forma mágica el curso de los acontecimientos o la voluntad de las personas. “prácticas de brujerías”

b.       Acción realizada por medio de poderes sobrenaturales.

“le temía porque hacía brujerías”   

3.     Bula de Inocencio VIII: Inocencio, Obispo, Siervo de los siervos de Dios, para eterna memoria. Malleus Maleficarum (El martillo de los brujos) 1486. (Inocencio VIII, Giovanni Battista Cibo, 213° papa de la iglesia católica cuyo pontificado se ejecutó entre 1484-1492)

Inciso

a.- Cualquier persona, fuese cual fuere su rango o profesión, puede ser torturada ante una acusación de esa clase, y quien sea hallado culpable, aunque confiese su delito, será puesto en el potro, y sufrirá todos los otros tormentos dispuestos por la ley, a fin de que sea castigado en forma proporcional a sus ofensas". Nota: en edades doradas estos criminales sufrían doble castigo, y a menudo eran arrojados a las fieras para que éstas los devorasen. Hoy se los quema en la hoguera, y tal vez ello se deba a que la mayoría son mujeres. Malleus Maleficarum (El martillo de los brujos) 1486.

Diccionario Enciclopédico El Pequeño Larousse Ilustrado 2010

4.       Inquisición, tribunal especial que recibió del papado la misión de luchar contra la herejía mediante el procedimiento de la inquisitio. El Papa Inocencio III introdujo el procedimiento inquisitorial en 1199. Los tribunales, que actuaron sobre todo en España, sur de Francia, Italia y Alemania, estaban formados principalmente por dominicos. Utilizaban la tortura en los interrogatorios y leía sus sentencias (confiscación de bienes, prisión, muerte en la hoguera) en un acto público (auto de fe).

 5.    Malleus Maleficarum (El martillo de los brujos) 1486. HEINRICH KRAMER - JACOBUS SPRENGER. Ejemplar de Ediciones, buenos aires 1975.

Prólogo.

 

El más famoso de todas los libros sobre brujería, Malleus Maleficarum (El martillo de los brujos) fue escrito en 1486 por dos monjes dominicos. En el acto, y a lo largo de los tres siglos siguientes, se convirtió en el manual indispensable y la autoridad final para la. Inquisición, para todos 'los jueces, magistrados y sacerdotes, católicos y protestantes, 'en la lucha contra la brujería en Europa. Abarcaba los poderes y prácticas de los brujos, sus relaciones con el demonio, su descubrimiento. La Inquisición, la hoguera, la tortura, mental y física, de la cruzada contra 'la brujería: todo esto es conocido. Y detrás de cada uno de los actos sanguinarios se encontraba este libro, a la vez justificación y manual de 'instrucción. Para cualquier comprensión de la historia y naturaleza de la brujería y el satanismo, Malleus Maleficarum es la fuente importante. La primera fuente.

 

6.   6.   Santo Oficio, tribunal religiosos creado a instancias de los Reyes Católicos para investigar y castigar públicamente, incluso con pena de muerte, los delitos contra la fe (con competencia en los casos de herejía, limpieza de la sangre, brujería, bigamia, blasfemia, posesión de libros prohibidos, etc.).